Hoy el mundo se conmueve y llora la partida del papa Francisco, un pastor que eligió caminar siempre al lado de los pobres, los migrantes, los enfermos, los olvidados. No fue un pontífice de pompas, sino de gestos. No buscó tronos, sino abrazos.
Su papado fue un Evangelio vivo, donde cada palabra se encarnaba en la ternura con que escuchaba, en la valentía con que denunciaba la injusticia, en la humildad con que vivía.
Francisco nos enseñó que el rostro de Dios habita en quien sufre, y que el lugar más alto de la Iglesia está junto a quienes el mundo deja a un lado.
Descanse en paz el papa de la misericordia. Su voz seguirá resonando allí donde alguien extienda la mano al hermano caído.

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