| De izquierda a dercha: Pedro Monty, fray Guillermo Cerrato, un servidor y José Ramón |
Un vendaval de luz, de paz y de bien recorrió ayer lo que fue la iglesia de la Santísima Trinidad de Guadalupe (actual auditorio), un espacio íntimo y recogido —intramuros del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe— que acogió una experiencia espiritual y musical de esas que dejan huella y reconfortan el alma.
De la mano de dos personas entregadas y comprometidas, cuya única motivación es evangelizar a través de la música y el testimonio de vida, nos sumergimos en una sesión de aprendizaje moral, en la que también descubrimos la belleza del silencio en lugares que invitan a la reflexión, al sosiego y al encuentro con lo esencial.
Pedro Gutiérrez (Pedro Monty) y José Ramón Vázquez nos regalaron momentos que invitan a detener el tiempo, a abandonar esa dinámica mundana marcada por las prisas, la ansiedad y la competitividad desmedida que, sin darnos cuenta, nos arrastra hacia un abismo emocional y personal.
Fue una vivencia única: la música íntima de un piano acompañando a una voz sensible, cálida y verdadera que nos cautivó desde el primer instante hasta el final. Canciones que brotan desde lo más hondo de un corazón sincero, que narra un testimonio de vida lleno de verdad y esperanza, como el de José Ramón, protagonista de Luz en el Silencio, un extremeño de Salvaleón que, a pesar de haber perdido la visión hace diez años, se siente afortunado, agradecido y lleno de luz.
La gira, titulada “Intramuros 2.0”, continúa su recorrido y aún son muchos los espacios que esperan llenarse de esa misma luz para acoger a centenares de personas dispuestas a vivir una experiencia singular. Una experiencia necesaria —yo diría que fundamental— en los tiempos que corren, especialmente para nuestros jóvenes, pero también para cualquiera que tenga la oportunidad de participar, sea creyente o no.
Ya lo decía San Mateo (5, 14-16):
«Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo de un celemín, sino que se pone sobre el candelero para que alumbre a todos los de la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos.»
Os invito a acercaros, a escuchar, a emocionaros y a ser felices participando de este hermoso apostolado impulsado por el Arzobispado de Mérida-Badajoz. Una propuesta que no dejará a nadie indiferente, que invita a la reflexión y que, sin duda, inyecta una buena dosis de energía, esperanza y optimismo.
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