Hay muchas personas que dejan huella en nuestras vidas por motivos y situaciones diversas. Cuando aún era un niño tuve la fortuna de conocer a Resti, un joven novicio franciscano que llegó a Guadalupe para hacer mucho bien e inculcarnos valores imborrables.
Son muchas las generaciones que tuvimos esta dicha de compartir algunos años de nuestra niñez y adolescencia. En Guadalupe, Villanueva de la Serena y otros lugares en los que Restituto Rubio Elena, ejerció su ministerio y practicó su servicio a los demás. Recuerdo aquellas camisetas que nos compraba para nuestras competiciones de fútbol, sus salidas al campo y de modo especial en mi caso, cómo me introdujo en la música clásica con una cinta de casette de la Novena Sinfonía de Beethoven. Cómo no aquellas cartas que intercambiábamos cuando dejó Guadalupe.
En los últimos días he tenido la ocasión de toparme con él y no quería dejar de escapar la ocasión de agradecerle a la vida y a él mismo, todo lo que recibí y aprendí junto a él. Porque este burgalés de Villafruela ha sido y es un buen hombre.
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